La innovación tiene que funcionar en torno a valores, no solo en torno a datos, y tiene que estar centrada en los seres humanos. Aunque los avances de la tecnología proceden de grandes empresas internacionales, las políticas públicas deben garantizar que la aplicación tiene en cuenta los valores europeos. En el caso de la educación, el gran reto que se le plantea a los gobiernos es cómo transformar la inteligencia artificial actual para adaptarla a los procesos de enseñanza y aprendizaje, sin concebirla como una materia meramente técnica, dado que influye en todas las dimensiones educativas.
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